sábado, 21 de diciembre de 2013

CANCIONES ESPAÑOLAS EN GRANADA

VÍCTOR RUIZ


A la memoria de Joe Strummer.

“Yo no quiero ir a donde van los ricos/ yo no quiero oír nada sobre lo que hacen los ricos/ piensan que son muy inteligentes/ piensan que tienen toda la razón/ pero la verdad sólo es conocida por los marginados.” (The Clash- Garageland)

I
Primer contacto

Es verdad. Cuando Julián escuchó a los Clash por primera vez, allá, cuando tenía 16 años, no representó gran cosa. Fue el homónimo, el disco debut en 1977. Repasó los temas una sola vez porque ninguno le despertó curiosidad y, no sobra decir, que a partir de la tercera canción no prestó mayor atención. Julián tenía 16 años y su vida no era igual a la de los demás chicos de su edad. Le gustaba el rock y eso es suficiente para empezar a marcar línea con la sociedad. En la escuela no destacaba por calificaciones y mucho menos por popularidad, pero el panorama no le afligía en ningún sentido. En su casa se le comenzó a acusar de rebelde -ya fuera por la desalineada cabellera o la vestimenta- y la palabra más que atrofiarlo, lo hacía sentir orgulloso aunque no terminara de entenderla. –Ya madurarás- , repetía la madre en voz alta a cada rabieta que Julián le provocaba; pero la madurez, al menos en ese sentido que se le exigía, nunca llegó.

La pasión por la música lo hizo conocer  a cientos de grupos, mientras a la par, fue descubriendo el mundo de los libros. Todo esto significó una explosión en su cabeza que lo marcaría para siempre. Julián se entendía  como parte de una minoría clandestina, tan así, que le era difícil encontrar a alguien para interactuar y expresar lo que su cerebro y espíritu querían decir. Fue en ese camino donde Julián encontró demasiadas preguntas sin respuestas claras. Iba y venía del rock a la literatura, como si éstos fueran bolas de cristal que pudieran aclararle la visibilidad.

Dudaba de todo lo que escuchaba. En la escuela le hablaban de cosas que él no conocía, y no porque no supiera el significado de las palabras, sino por el sencillo hecho de que en el mundo real no se veía nada de ello. No entendía cómo el sistema democrático de su país amordazaba a los ciudadanos para que no tuvieran voz ni participación; recriminaba el egoísmo individual que imperaba sobre el bien colectivo, para terminar creando intereses antagónicos; cuestionaba cuál era la utilidad de tener una iglesia en cada esquina; transmitía la rabia que le generaba la desigualdad existente: desde su salón de clases, el vecino, hasta el trabajador y el patrón. Fue en este desarrollo intelectual y moral, que sin buscarlo, tendría una segundad oportunidad para tener de nuevo un contacto, el primero de verdad. Julián ya nunca sería el mismo después de enterarse que The Clash y Joe Strummer lo comprendían de modo casi misterioso. Se sorprendió cuando se dio cuenta que esa banda de rock, que en un principio le era totalmente ajena, tenía mucho de él.

II
Caudillo del punk rock

-Lo que diferenció a Joe Strummer de los otros, fue que tuvo la capacidad de transformar toda su rabia que sentía en ideas. De no ser así, hubiera quedado muerto como muchos de sus contemporáneos.

-Concuerdo contigo, Julián. Joe era un tipo mucho más comprometido que sus compañeros músicos de generación. No quiero decir que Mick, Paul o Topper no lo hayan sido, pero Joe era un personaje más directo.

-Basta con escuchar Sandinista para darte cuenta de lo politizado que era ya en ese momento The Clash. Y con esto me refiero a un sentido político que abarcaba cualquier lucha socialista: Sandino en Nicaragua, Allende en Chile, Fidel en Cuba, los republicanos en la guerra civil española y así nos podemos seguir.

-En cierto modo Joe era un revolucionario. Alguna vez dijo algo así: “De repente éramos cuatro tipos con guitarras queriendo cambiar el mundo”.

-O por lo menos, hacer de él, uno menos deprimente.

-Algo que le pesó y lo persiguió por todos los años de su vida fue la presión. ¿Me entiendes, Julián? Presión mediática, porque Joe y los Clash eran estrellas a nivel mundial.

-Se le señaló de todo. El día que The Clash firmó con la disquera CBS  los convirtieron en vendidos y el día que experimentaron musicalmente les quitaron la categoría de punk.

-Bueno, pero efectivamente en ejecución musical ya no tenían nada de punk.

-Justo en lo que mencionas creo que se encuentra un grave error. El punk es una actitud, sí, aunque suene clicheado. Es la máxima representación del sentimiento libertario. Más allá de tocar a tres acordes, el punk es tu actitud frente al mundo, a tu forma y manera. Los Clash fueron tan punks que se dieron el lujo de firmar y desechar contratos, fueron extremadamente punks que se permitieron abordar otros géneros musicales. Por lo demás, me quedo con la sencilla pero contundente explicación de Strummer: “Ahora resulta que existen policías punks que nos dicen cómo tenemos que hacer las cosas”.

-Tal vez en eso que mencionas radica lo bien que le acomodó su estancia en España. Se encontró en un lugar, donde además de que le obsesionaba, podía liberarse de sí mismo y mandar al carajo las presiones.

- Y que a pesar de su alejamiento, Strummer nunca claudicó respecto a sus ideas. Era un artista en toda la extensión de la palabra, y como tal, jamás dejó de crear.

-Se vio reflejado su crecimiento en todos los sentidos en la parte final de su vida. Por lo que cuentan, Joe se volvió una persona con un sentido de sensibilidad que sorprendía a los que lo conocían de cerca.

- Sí, pero un mal día se fue y dejó desahuciado al mundo.

- ¿Y ahora qué nos queda, Julián?

- Un terrible silencio, como el que tú y yo experimentamos cada vez que nos vemos obligados a dejar de conversar.


III
Una plaza en Granada

Corre vídeo en el televisor. Programa: La 2 noticias. 20 de Mayo, 2013.

Joe Strummer ya tiene su plaza en Granada. El mítico líder de The Clash fue un enamorado de Andalucía, donde pasó largas temporadas huyendo de la fama y de los problemas de Londres. La memoria de aquellos días ha quedado ahora grabada en el callejero de la ciudad granadiense.

En el cruce de la cuesta del Escoriaza  y la calle Vistillas de los Ángeles, está desde hoy la plaza “Joe Strummer”. El barrio del realejo, en Granada, entra ahora en el mapa del punk rock y se convierte en un lugar de peregrinación obligada para todos los seguidores del que fuera líder de The Clash.

Han venido colegas y familiares, entre ellos su viuda, su primera mujer, dos de las hijas del creador de himnos como este que ha sonado hoy: I fougth the law. Esta plaza de Granada da fe de que Strummer dejó huella en España.

Julián no necesitó ver ni escuchar algo más. Apagó el televisor y en su cabeza sonaba una sola frase: Tengo que ir a Granada.

IV
La salida

Difícil saber cuál era la razón. ¿Qué era eso tan fuerte que movía a Julián y que lo sostenía con la idea fija e irrompible? ¿Cuánto había tenido que pasar para decidir que eso era algo sumamente importante al grado de que en su vida no se lo perdonaría o estaría incompleta si no lo hiciera? ¿Hasta dónde es capaz que algo tan aparentemente lejano te ponga los pelos de punta? Porque en la vida encontramos cosas y momentos que están destinados a tocarnos el alma y el efecto consecuente es no volver a ser los mismos por el resto de nuestras vidas. Julián lo sentía tan cerca y tan propio, como si fuera una responsabilidad que tenía asignada. Y a este paso no era posible pensar en las consecuencias o el peligro; nada cabía en su mente, mucho menos las especulaciones. Tampoco era claro el objetivo, pero hay acciones que deben ser llevadas a cabo bajo los efectos del “hazlo tú mismo”. ¿Cuánto había tenido que dejar a lo largo de un año para estar tan cerca? Pero el sacrificio es una bocanada de aire fresco cuando te lleva al sitio donde te imaginaste días atrás. Julián se iba perder. Aunque él ya vivía en un mundo extraviado, un lugar que estaba fuera de sí y que ardía por encima de cualquiera. Quizás Julián buscaba un encuentro. Un sitio donde pudiera verse a sí mismo  y experimentar los sentimientos más nobles que esconden las personas en sus corazas de cristal. Podían señalarlo de esquizofrénico, desadaptado o podían aplaudirle y adularlo; pero lo de él era más serio, nada tenía que ver con los demás, ni con él mismo. Tal vez había ciento de razones o quizás una sola por el que Julián estaba a punto de partir, de igual forma no se podía explicar porque simplemente no era posible. Hay cosas que no tienen solución y otras que no tienen razón de ser. Lo de Julián era una especie de compromiso místico y una forma de decir “gracias”. Eran minutos lo que lo distanciaban de un sueño, ilusión, obsesión… o váyase a saber cómo se le puede nombrar. Estaba a punto de abordar un avión porque tenía/debía ir a Granada. Corría el riesgo de que las cosas no fueran como las esperaba, pero Rudie Can`t Fail.

V
El duro camino hacia Granada

Le fue imposible conciliar el sueño. En diez horas de vuelo hacia Madrid no pudo cerrar los párpados por más de media hora. No solamente se trataba de que nunca hubiera estado a bordo de un avión, o de la emoción que le provocaba imaginar cómo sería su llegada a la plaza de Joe Strummer. Julián comenzaba a asimilar la aventura en la que se había inmiscuido y también le saltaban a la mente las primeras preocupaciones. ¿Cómo carajo iba hacer para llegar a Granada? En su maleta tenía pocos cambios de ropa, los documentos en forma, el boleto de regreso, la discografía de The Clash y muy poco, casi nada de dinero; en su espalda cargaba su guitarra y era lo que más procuraba a todo momento. Lo más sencillo hubiera sido dirigirse a la estación del sur y abordar el primer colectivo hacia Granada, pero los recursos no daban para tanta comodidad. Julián contaba con lo necesario para comer unos cuantos días y para comprar una cerveza en el bar de Jo antes de llegar a su última parada. A sus puertas tenía Madrid y eso lo confundió en demasía. No sabía si preguntar directamente el camino hacia Granada, qué colectivo público tomar, a qué carretera se debía dirigir; o también tenía la opción de hacer caso al llamado de su estómago y colocarse en el primer local de comida, para posteriormente buscar un lugar donde dormir-esto evidentemente no iba a ser un hotel de cinco estrellas-. Pero no hizo ni lo uno ni lo otro. 

Caminó por las calles sin preguntar nada y casi sin mirar a las personas. No era miedo ni tampoco desconfianza, pasaba que su mente se encontraba trabajando a una velocidad poco común que le era difícil concentrarse en un solo pensamiento. Cuando por fin pudo aclarar sus ideas, Julián se dio cuenta que la noche ya se había adueñado de las calles de Madrid. Sintió un poco de temor, pero es bien sabido que algunas mentes funcionan mejor bajo presión. 

Preguntó a diferentes personas por algún hostal económico, pero todos le sugirieron lugares distintos y no fue hasta que llegó a Casa Chueca Hostal que definitivamente se convenció. El servicio de habitación era barato y además incluía una cena de bienvenida. En ocasiones la presión necesita acompañarse de la fortuna. Ese día lo aprendió Julián.

***

Despertó temprano porque necesitaba que su mente comenzara a trabajar. El gasto del hostal lo obligaba a accionar lo más rápido posible. Sin mucho protocolo agradeció a los encargados del lugar y se introdujo de nuevo a las calles de Madrid. Recorrió distintos caminos tratando de encontrar el lugar ideal y cuando eligió una avenida, se paró en la esquina y sin más sacó su guitarra. Tocó a lo largo de una hora por monedas y de vez en cuando algún billete. Evidentemente repasó los clásicos de The Clash: Jimmy Jazz, London Calling, Rock The Casbah, Stay Free, Tommy Gun, Should I Stay Or Should I Go, Police On My Back, Radio Capital y cerró con Career Opportunities. Juntó lo suficiente para comer y le sobró lo necesario para sobrevivir en su trayecto. Comió ligeramente porque las ansias no le permitían abrirse del todo el apetito, hay que decir que desde que salió de casa los niveles de emoción no habían disminuido en ningún momento. Cruzó media ciudad para llegar hacia la salida donde supuestamente podría comenzar el viaje final a Granada. Estuvo esperando casi todo el día para que alguien se compadeciera a subirlo y acercarlo a su destino.

El sol de a poco se iba ocultando y el frío avisaba que era cuestión de minutos para que la noche se presentara por todo Madrid. Afortunadamente para Julián, una furgoneta paró dispuesto a llevarlo. Julián, que ni siquiera había pensado en una opción B, ascendió rápidamente con una desesperación inusual en él. Contrario a lo que se podía pensar, las miradas de ambos fueron de confianza y de una camaradería a primera vista.
***

El conductor era un tipo robusto, de aspecto veterano y aparentaba unos 60 años, aunque él había dado 50 como su edad oficial. Se dedicaba al transporte de paquetería, vivía con su mujer y tres hijos, los cuales ya casi nunca veía. “Prácticamente mi casa es la carretera”, le había dicho a Julián con una risa llena de lástima. Era uno de esos sujetos que viven en piloto automático y que difícilmente la vida los llega a sorprender. Tantas decepciones habían hecho de Don Fernando una máquina que creía que el único objetivo de la vida era el de trabajar. Se dirigía ahora a Andalucía, exactamente a Almería, donde antes del amanecer deberían estar los paquetes solicitados desde hace una semana.

-En este trabajo está prohibido parar a dormir- dijo a Julián y éste no supo si lo hizo por hacer conversación o como una advertencia de que no le permitiría conciliar el sueño por el resto de la noche.

-Sí, me imagino- respondió Julián tímidamente.

-¿A qué vienes a España?- preguntó Don Fernando con un tono misterioso.

-Mmm…de turista- mintió Julián, que era bastante reservado al momento de hablar de lo que consideraba importante.

-¿De turista y sin dinero?- preguntó Don Fernando con una expresión que dejaba en claro que no le creía absolutamente nada.

Julián se mantuvo en silencio y Don Fernando no hizo por indagar más en el tema, pero desde ese momento lo que había sido una confianza inicial se transformó radicalmente en una inseguridad y temor mutuo que en realidad no tenía razón de ser.

Charlaron por horas de asuntos sin trascendencia. Julián le contó sobre su país, de la comida tradicional y le enseñó algunas groserías típicas; Don Fernando utilizó la mayor parte del tiempo para desahogar sus quejas de la crisis en que se vivía por todo España y a la vez le daba a conocer sus propuestas como alternativas de una pronta solución. Éstas no eran del todo civilizadas y legales, pues pretendía prenderles fuego a banqueros, políticos y reyes; Julián pensaba en sus adentros que no podían ser medidas de solución, pero al menos un sector de la sociedad saciaría su ira.

A medida que pasó la noche y viendo ya de cerca el amanecer, ambos se habían dado cuenta que cada uno ya contaba con su respectivo plan, la incertidumbre era saber en qué momento y bajo qué circunstancias se atreverían a accionarlo. Esta desconfianza nacida por una falta de sinceridad de uno y duda del otro, provocó un ambiente tenso que hizo azaroso el camino.

-Pues bueno, esta es en la entrada de Almería y hasta aquí te puedo dejar- dijo Don Fernando mientras orillaba la furgoneta.

-Ha sido de gran ayuda, le agradezco infinitamente- respondió Julián con confianza al pensar que esa tensión había sido producto de su imaginación.

Justo cuando Julián desertó de toda precaución y se disponía a bajar de la furgoneta, Don Fernando tomó su mochila y la jaloneó hacia él. Julián, que se vio sorprendido, intentó desesperadamente retenerla pero era demasiado tarde, Don Fernando con una patada empujó hacia afuera a Julián, quien apenas pudo llevarse consigo su guitarra para quedar postrado en la tierra.

-Te jodo a ti, antes de que tú lo hagas conmigo- gritó por la ventana un iracundo Don Fernando.- En este país ya no se sabe; aquí eres ladrón o robado, no existe término medio- le dijo por último mientras echaba a andar la furgoneta.

Julián había perdido todo el dinero, sus pertenencias y además el boleto de regreso a su país. Tenía solamente su guitarra y por un momento tuvo la tentación de pensar que había sido un error haber viajado hasta acá. Pero antes de procesar tal idea, se percató que estaba a escasas dos horas de Granada y eso le levantó el ánimo al grado de que tuvo el descaro de sonreír.


***

Cómo he llegado hasta aquí. Si contara esta historia creerían que es un invento. Pero qué me importa si todo esto nunca lo sabrá nadie que me conozca, no me interesa. Estoy en Almería y me dirijo a Los Escullos, eso es lo importante ahora. No es mi imaginación. Juro que se nota y se siente que en cada uno de estos rincones estuvo Joe Strummer, en cualquier techo de estas casas estoy seguro que se ondeó su bandera. Supongo que a esta altura pensarán que soy un fan obsesionado y enfermo, tienen todo el derecho de juzgarme así, he dado motivos suficientes para ello. Pero no lo soy, tengan la certeza de que no es así. Amo la música por sobre todas las cosas. La gente debería darle más valor a la música que al dinero. ¡Eso!…el valor. El valor que tienen las piezas musicales, las composiciones, la lírica, la obra en conjunto, eso es…el valor de una idea planteada ante el mundo. No trato de hacerlos entender ni de incitarlos a que hagan lo mismo, solamente mato el tiempo mientras camino. A cada paso una canción. El tiempo es tan relativo. Piensen que alguna de estas personas seguramente mantiene tan vivo el recuerdo de Strummer, que bien podría pasar todo el invierno hablando sobre ello al respecto y yo podría escuchar atento cada anécdota, pero al hacerlo, fallaría en mi objetivo principal. Es 21 de diciembre y estoy a un día de llegar. Sé que en estos momentos más de alguno pensará o me propondrá solucionar el asunto del robo. Entiendo que no tengo documentación, pasaje ni dinero. Soy consciente que soy el sujeto más desarmado de toda España. Pero de verdad, sólo tengo un día. Les pido que olviden lo que dije sobre la relatividad del tiempo. Creo que la cuestión del robo me ha dado confianza. Suficiente era mi preocupación por sobrevivir, que el asunto de cuidar una mochila me estaba matando. Ahora no tengo nada que perder…no, mi guitarra es tan vieja que sería un estorbo para cualquiera. ¿Hambre? ¿Se han dado cuenta que el cerebro es tan generoso que en ocasiones mata la necesidad cuando no hay cómo satisfacerla? Claro que el efecto dura un día, a lo mucho dos. Pero yo no necesito más tiempo que el día de mañana, así que puedo estar tranquilo. Tengo que confesar que lamento haber perdido en el robo todos mis discos de The Clash; sin embargo, la realidad es que la música es de las cosas que perdurará por toda la eternidad y ya habrá manera de recuperarlos. Sí, lo sé, ya resucité la teoría de la relatividad del tiempo. Almería me da buena espina, creo entender por qué le gustaba a Joe. Si mis instintos no me fallan, puedo dar por hecho que no estoy tan lejos del paraje encajado entre el mar y la sierra de Cabo de Gata. Quizás ocupe un último trayecto sobre ruedas para llegar a donde se vea ondeando, en lo más alto, la bandera pirata. En ese momento sabré que he llegado a mi penúltima parada.

***

Hay bares que se convierten en guaridas. Algunas personas tienen la fortuna de encontrar la suya, otros pasan de bar en bar por el resto de su vida sin que ninguno les acomode y unos más la tuvieron de frente y no se dieron cuenta a tiempo. Curioso resulta que para Strummer el bar de sus sueños lo haya encontrado en un camino prácticamente desierto. El bar de Jo bien podría ser la guarida de Julián, tenía todas las características para ello: un lugar donde todo el día sonara el rock y el blues sería perfecto para él. Podría quedarse toda su vida ahí e inclusive trabajar sin paga con tal de no marcharse nunca más; pero no lo iba hacer, el bar de Jo era para él un lugar mítico que merecía visitarse sólo una vez en la vida. Era el lugar de Strummer y ese respeto afectivo lo manifestó Julián durante su corta estancia en el bar. Su sentir era el de un visitante privilegiado a un museo casi inaccesible para el mundo. Miró cada detalle tratando de imaginar qué conversaciones se producían en aquellas madrugadas, pensó en los bohemios recitales que se improvisaron debajo de las palmeras y sin dudarlo le hubiera gustado mucho haber estado aunque fuera solamente una noche observando a lo lejos todas esas situaciones. También pudo haber preguntado a Jo cómo eran las noches con Strummer, pero prefirió mantener la versión de su imaginación que le parecía ideal y perfecta.

-¡Eh!, ¿vas a beber algo?- se escuchó a la distancia la pregunta que provenía de una voz ronca y potente. Era Jo que desde un principio no le había perdido la vista a Julián.

-Quisiera beber algo, pero no tengo ni una sola moneda en el bolsillo- contestó con la intención de que su comentario fuera agradable y cayera en gracia.

Pero Jo no sonrió ni pretendió parecer educado, situación que incomodó a Julián y terminó sonrojándolo sin poder evitarlo. Jo fue a la parte trasera de la barra y regresó con una cerveza.

-¡Bebe!… te hará bien.- Ordenó mientras le acercaba la cerveza.

-Pero…

-Pregunté si querías beber algo, no cuántas monedas llevabas en el bolsillo- interrumpió Jo con un tono que no daba permiso a ninguna objeción.

-¡Gracias!- se limitó a decir Julián quien se sonrojó aún más.

-Deberías apresurarte si quieres llegar mañana a tiempo a Granada. El camino suele complicarse por estas fechas- le dijo Jo mientras se alejaba para llamar a alguno de sus empleados.

Julián bebió la cerveza lentamente, disfrutó cada sorbo mientras a la par pensaba en lo acertado que fue Strummer al haber elegido el bar de Jo como su guarida.
***

22 de diciembre del 2002. Periódico El País.

Joe Strummer, líder del influyente grupo británico The Clash, murió este día en su residencia campestre de Somerset, al oeste de Londres. Tenía 50 años y acababa de concluir una gira por Gran Bretaña con su última formación, The Mescaleros, con los que renovó su combativo espíritu artístico.

Compositor, cantante y guitarrista, Joe Strummer dio estilo y contenido político-revolucionario al movimiento punk. Canciones como London Calling, Washintong Bullets o Guns of Brixton, entre las cerca del centenar que compuso en menos de diez años, son genuinos gritos de guerra de un artista que quiso alterar el curso de la historia.

Con letras directas y un sonido punk, The Clash arremetió contra el racismo, el imperialismo estadounidense y secundaron las causas de la izquierda política.

VI
Última parada

Jo no mintió. El camino hacia Granada fue complicado y lento. Julián recorrió largos tramos antes de ser abordado por conductores en diferentes ocasiones. Como si fuera algo lógico, todos le preguntaron si se dirigía a la plaza de Strummer, a lo que Julián afirmó todas las veces con emoción inocultable. Era 22 de diciembre y se cumplía un aniversario luctuoso más de Joe Strummer, pero lejos de tener sensaciones lúgubres, Julián experimentaba una nostalgia agradable. Por supuesto que tenía la satisfacción de estar cumpliendo con la promesa que diseñó en su mente desde hace un año, pero además, su sentir era el de un familiar cercano, era como si hubiera sido camarada de toda la vida de Strummer. En su soliloquio trataba de responderse qué era Joe Strummer y los Clash en realidad para él.

Podría ser una pasión, pero esa pasión la tengo en general por la música, ¿entonces por qué tengo una preferencia especial por The Clash? También cabría decir que es un deseo de ser o hacer algo similar, pero la vedad es que no pienso dedicarme a la música, hay unos que tienen el talento de hacerla y otros que nos limitamos al exclusivo gozo de escuchar… ¡Vaya forma de comunicación! Lo más sensato que se me ocurre en este momento es entender que la gente necesita soportes en su vida. La música me ha salvado en diferentes ocasiones, ha estado conmigo cuando me he sentido solo. Y esto que vengo hacer es la única forma que encontré para agradecerle, para decirle que sin ella mi vida sería tan normal e intrascendente. Es la manera en que trato de decirle que con The Clash descubrí mi mejor guarida.

El ir y venir de la gente en la plaza era constante. Julián no quiso acercarse porque esperaría hasta el último momento para ponerse frente a frente sin que nadie más estuviera en el lugar. Pasó el tiempo mirando cómo los punks se tomaban fotos, bebían cerveza y cantaban a coro canciones de The Clash. También llegaron a la plaza hombres y mujeres más viejos, -que seguramente fueron amigos de Strummer-, quienes depositaron flores y charlaron entre sí por algunos minutos. La prensa hacía reportajes y entrevistas para luego marcharse sin mayor escándalo. Julián procuraba observar todo a detalle para dejarlo registrado en su retina y no olvidarlo nunca más. El tiempo no fue una tortura, al contrario, disfrutó cada minuto mirando el cariño y todo lo que movía en Granada una persona. Pensó que hubiera sido un acto de justicia que Strummer pudiera ver todo esto, pero se consoló sabiendo que Joe es de esas personas que nunca mueren.

Tuvo tiempo de meditar cuál debía ser su función en este mundo a partir de ese momento. Más allá de las condiciones similares que pudiera tener con el resto, Julián creía que tenía la responsabilidad de ser un tipo honesto en cualquier acción de la vida; libre en espíritu y en colectivo; justo con todos para procurar una igualdad. En resumidas palabras, trataría de rendirle un tributo mayor a Joe Strummer labrando el camino que éste dejó incompleto: el que lleva a la humanidad.

Cuando la plaza por fin se vació en su totalidad, se aproximaba la medianoche y el único sonido que se percibía era el de la soledad. Julián entró a la plaza y lo hizo lentamente. Aunque la luz era escasa, pudo apreciar el mural de Joe y los múltiples mensajes que le dejaban sus admiradores a su paso por Granada. Se sentó y se recargó en un árbol, justo enfrente de la placa en que se leía “Placeta Joe Strummer”, y ahí estuvo un largo rato en silencio. En realidad no pensaba nada, se dedicaba a sentir cada minuto. No sabía cómo regresaría a su país, pero lo que estaba viviendo, de la memoria nunca nadie se lo iba poder arrebatar. Motivado por las sensaciones, Julián sacó de la funda su guitarra. Y así, sin pensarlo, comenzó a rasgar las cuerdas. En medio de la noche, de ese 22 de diciembre, por las calles de Granada se escuchó a Julián cantar:

 Spanish bombs rock the province
I'm hearing music from another time
Spanish bombs on the Costa Brava
I'm flying in on a DC- 10 tonight
Spanish bombs, yo te quiero infinito
Yo te quiero, ¡oh mi corazón!
Spanish songs in Andalucía, mandolina, ¡oh mi corazón!
Spanish songs in Granada… ¡Oh my corazón!

lunes, 11 de noviembre de 2013

“Anarquismo para principiantes”

Víctor Ruiz.




"Hacer la revolución es implantar en la sociedad presente algo de lo que será la sociedad futura, ya que el hombre, aunque influido por el medio, también puede ir cambiando su medio; la revolución hay que hacerla primero en las cabezas y en los corazones”. (Emmanuel Mounier)

-¿Cómo pueden vivir sin gobierno?- le preguntó el niño Juan al viejo Joel.

-Pues así, niño. No necesitamos gobierno.

-Pero la gente necesita un orden, ¿no?

-Y no ve niño Juan que estamos perfectamente organizados. Nuestras fábricas están libres de patrones y por lógica de explotación. Nosotros nos ponemos nuestras metas y objetivos para producir.

-¿Y quién de ustedes es el que gana más, señor Joel?

-Pues nadie, niño. Para empezar la moneda ha sido eliminada, ya que nada más crea egoísmo y ambiciones. Lo que producimos es repartido de manera igualitaria, y si la gente necesita algo, ahí está la bodega para que tomen lo que se ocupe.

-Pero… ¿qué pasa si alguien roba?

- ¿Y por qué habrían de robar si no se tiene la necesidad? La delincuencia es una enfermedad social que se produce por el deseo de tener lo que otros poseen; es por eso que nosotros no necesitamos de policías ni militares, si alguien comete una falta hay que llevarlo a un nivel de consciencia donde comprenda la importancia del colectivo y de la solidaridad.

-Entiendo muy bien, señor Joel. Pero explíqueme qué pasa con la gente que no está de acuerdo con todo lo que me dice.

-En una sociedad como la nuestra tratamos de preservar la autonomía individual  del pensamiento, ¿pero crees Juanito que exista alguien en el mundo que no le guste ser libre? 
Es por eso que estamos tan bien organizados, porque  encontramos un objetivo en común, que es librarnos de cualquier tipo de opresión. Todos lo hemos entendido así y siempre nos sacrificamos por el colectivo. Un día podrás verme en la oficina de la fábrica y a la siguiente mañana labrando el campo; una tarde compartiré mi trabajo y otras veces me prestarán sus servicios los compañeros. Todo depende de las necesidades que tengamos en conjunto.

-¡Ah!, ya entiendo. Es como una cadena de favores.

-Sí. Proudhon lo llamaba mutualismo, cuando seas más grande te lo explicaré a detalle.

-Oiga Don Joel, pero no me ha hablado nada del papel de la mujer en su comunidad.

-Tienen los mismos derechos y responsabilidades que los hombres. El papel de la mujer no es atender la casa, criar hijos y hacer la comida. Eso se piensa en otras sociedades que ven a la mujer como algo inferior, pero ellas tienen el mismo derecho a saborear la libertad  como lo tienen los animales y cualquier ser vivo. Por supuesto que la mujer también trabaja y apoya las causas de la comunidad, pero lo hace de la misma forma que nosotros.

-Y a todo esto, ¿usted es casado, Don Joel?

-Claro que no. Tengo a mi pareja y vivimos en amor libre.

-¿Amor libre?

-Así es, niño Juan. Creemos que no necesitamos firmar algún papel, ya que no queremos ser un negocio para el Estado o alguna iglesia. Además esto no es un asunto de dominación, el hombre tiene que ser hombre, la mujer es mujer, y en conjunto somos dos seres humanos en libertad. “Apoya el amor libre. Si no es libre, no es amor”.

-¡Caray!, me sorprende con todo lo que me cuenta, Don Joel. Supongo que en este lugar los niños somos los únicos que tenemos que andar siguiendo órdenes de los mayores.

-Pero qué dice usted, Juanito. Los niños son las personas más felices en este lugar. Nosotros tenemos la “escuelita libertaria” para ustedes. Imagínate un lugar donde no tengas que llevar uniforme, no existan exámenes ni castigos, donde decidas qué aprender cada día y además hacerlo jugando. ¿No te gustaría?

- Mucho, Don Joel. Pero tengo que confesarle que no soy muy bueno sacando notas altas.

-¿Y cómo para qué ocupas un número? Tú eres Juan, no un 10 o un 5. En esta escuela lo que importa es que expreses tu manera de pensar, que razones y saques tus propias conclusiones. Eso es la libertad, Juanito.

-¿Entonces los niños podemos hacer lo que queremos?

-No de esa forma. Ustedes siempre van acompañados por sus padres en ese camino de la libertad, misma que ustedes aprenden valorando cada decisión que toman y asumiendo la responsabilidad que ésta conlleva.

-Todo suena perfecto, pero la verdad es que parece muy aburrida la vida trabajando y estudiando nada más.

-Oiga niño Juan, ¿y quién le dijo que aquí no nos divertimos? Tenemos nuestros espectáculos de música, teatro callejero y hasta partidos de futbol. Claro que a todo le tratamos de poner un mensaje libertario, pues no podemos negar nuestra esencia.

-Ya me tengo que ir, sólo contésteme una cosa más, Don Joel. ¿Por qué en la televisión hablan tan mal de ustedes?

-Quizás sea ignorancia, desprecio o hasta miedo. No lo sé, Juanito. Pero de lo que sí estoy seguro, es que la razón y el corazón no siempre están juntos. 

lunes, 4 de noviembre de 2013

“Los decididores”

Víctor Ruiz.




"Usted no lo sabe, pero depende de ellos. Usted no los conoce ni se los cruzará en su vida, pero esos hijos de la gran puta tienen en las manos, en la agenda electrónica, en la tecla intro del computador, su futuro y el de sus hijos. Usted no sabe qué cara tienen, pero son ellos quienes lo van a mandar al paro en nombre de un tres punto siete, o de un índice de probabilidad del cero coma cero cuatro”.*

Se han reunido porque era necesario. La emergencia era mundial y la activación de un plan tenía que ser de inmediato. Convocados en el Nobis Hotel, el más lujoso de Estocolmo, Suecia, han venido hasta aquí, con sus trajes de primer mundo. Se han saludado fraternalmente como los buenos ex compañeros que fueron dentro de las universidades de élite de economía. Han pasado de los abrazos al intercambio de logros en el gremio. Ya hablaron de globalización, neoliberalismo y de qué tanto se obtuvo los resultados que esperaban.

Nadie sabe de esta reunión más que los magnates del hotel, ellos por supuesto guardarán el silencio prudente que la ocasión amerita. Citados en el auditorio que se encuentra en la parte baja, están la gente que usted no votó ni eligió de ningún modo, pero que de igual forma gobiernan sobre su economía. Son los dueños del Banco Mundial, economistas prestigiados del Fondo Monetario Internacional y todos los que controlan el capital. Ellos también son los encargados de poner en los gobiernos de los países a los personajes que más se adecuan a sus intereses. Muchos de sus empleados son presidentes, la mayoría nunca les han fallado.

“Usted no los conoce ni en pintura, pero esos conductores suicidas que circulan a doscientos por hora en un furgón cargado de dinero van a atropellarlo el día menos pensado, y ni siquiera le quedará a usted el consuelo de ir en la silla de ruedas con una recortada a volarles los huevos, porque no tienen rostro público, pese a ser reputados analistas, tiburones de las finanzas, prestigiosos expertos en el dinero de otros. Tan expertos que siempre terminan por hacerlo suyo; porque siempre ganan ellos, cuando ganan, y nunca pierden ellos, cuando pierden”. *

-Tenemos que inventar una crisis, una recesión económica que obligue a nuestros gobiernos europeos a implantar recortes, recortes que terminarán reflejándose en el resto del mundo- dijo el economista ganador del premio Nobel que hablaba frente a la asamblea.

Un prestigioso banquero tomó la palabra y completó la idea:

-Hablaremos de una crisis mundial, del déficit económico. Se instalará el paro y las deudas aumentarán; la gente no podrá pagar las hipotecas de su casa y seguramente terminarán desahuciados. Suena difícil, pero a pesar de todo les pediremos un poco de paciencia, que aguanten un poco más.

-Está claro que la gente se indignará, pero ya encontraremos mecanismos de anestesia. Si estos fallan, la gente podrá salir a las calles y gritarán cuanto quieran; aventarán piedras a las fuerzas policiales, pero al final del día se darán cuenta que no pueden hacer absolutamente nada- opinó un colega más.

-Para esto es necesario contar con el apoyo de la iglesia y de los intelectuales que estarán de nuestro lado. Necesitan hablarle a la gente y hacerle creer que los tiempos que correrán tendrán de recompensa un futuro de bonanza. Es decir, todo tiene que ser certeramente maquillado; la opinión pública escuchará términos como “macroeconomía”, “amortización”, “bienes de uso y de consumo” y toda esa palabrería que no logran entender. Eso sí, no se les dará mayor explicación de lo que sucede y los orillaremos a pensar que las cosas son así y que no hay el porqué cuestionarlo- explicó de forma contundente un profesor de la universidad de Harvard.

Ya decía José Saramago que la democracia es una forma de engaño, y en nombre de ésta, los intereses iban a subir y bajar a complacencia de las élites políticas y económicas. Los medios internacionales serían informados y capacitados para el manejo del guión propuesto por los economistas.

-Esto durará algunos años, y cuando se tenga que terminar, la gente volverá a tener un carro, vacaciones a la orilla del mar y un crédito en el banco que les permitirá consumir cuanto les apetezca. Todo volverá a girar normalmente.- concluyó el líder de la secta de “decididores”.

“Eso es lo que viene, me temo. Nadie perdonará un duro de la deuda externa de países pobres, pero nunca faltarán fondos para tapar agujeros de especuladores y canallas que juegan a la ruleta rusa en cabeza ajena". *

La reunión se extendió por más de 4 horas. Afinaron detalles para que todo estuviera perfectamente calculado. Acabada la sesión, brindaron con champagne que el gobierno estadounidense les otorgó cordialmente. Al día siguiente la maquinaria se encendería: las fábricas multinacionales harán un excesivo recorte de personal, se eliminarán sindicatos, los egresados de las universidades no tendrán ninguna opción de trabajo, el banco doblará los intereses, el precio de la canasta básica aumentará al triple, la cultura y educación sufrirán la retención de recursos, la violencia en la protesta será condenada, las comunidades en situación de extrema pobreza sólo tendrán más hojas para comer y los gobiernos declararán una recesión económica. Ellos, los economistas controladores del capital, continuarán escondidos en la sección de economía dentro de los periódicos.


*Arturo Pérez Reverte, “Los amos del mundo”, publicado en “El semanal” el día 15 de Noviembre de 1998.


lunes, 21 de octubre de 2013

“El abuelo Tomás”

Víctor Ruiz.


Casi podría decir que no conocí a mi abuelo Tomás. A lo mucho llegábamos a visitarlo una vez al año, y eso más por obligación que por otra cosa. Pero el día que mi familia entera fue avisada de que el abuelo tenía poco tiempo de vida, hasta los tíos más lejanos se atrincheraron en su casa. No es que de la noche a la mañana todos se hayan transformado en las almas más sensibles y nobles de la tierra, sino todo lo contrario. El abuelo Tomás era poseedor de incalculables tierras y riquezas, que en cuanto se supo que tenía la muerte a unos pasos, todos comenzaron a preguntarse para quién sería la jugosa herencia.

Mi tío Wilfrido, que solía ser el más mañoso de todos, la mayor parte del tiempo se ofrecía voluntariamente para hacerse cargo de la distribución económica. Por supuesto, el resto de tíos, incluyendo mi madre, se negaban rotundamente a que el dinero cayera en manos de ese rufián. Mi tía María que era experta en fingir dolor hasta el grado de llorar, pasaba el resto del tiempo en la habitación del abuelo. Su táctica, al parecer, era la de representar el papel de la hija que acompañó a su padre hasta su último aliento.

La concurrencia en casa del abuelo fue tan insólita que me tocó conocer a primos que jamás había visto en mi vida, es más, casi estoy seguro que no tenía idea de sus existencias. Como todos los días se volvió una rutina que después de la escuela partiera a la casa del abuelo Tomás, yo tomaba mis precauciones y cargaba con mi arsenal de juguetes que me defenderían del inevitable aburrimiento que me esperaba hasta el anochecer. Un tarde le pregunté a mamá por qué pasábamos el tiempo en esa casa si antes ella nunca había mostrado preocupación alguna. –Porque es nuestra obligación- me había respondido con tono molesto.

Mamá aparentemente demostraba ser la menos interesada en la herencia, sin embargo, en cuanto salía al tema se mantenía al tanto y opinaba de ser necesario. Creo que nadie quería al abuelo Tomás, siempre había sido un estorbo y mientras más viejo se ponía, su inexistencia aumentaba. A medida que la enfermedad iba en ascenso, también la tensión y las peleas entre mis tíos. Como el abuelo ya no podía decir palabra alguna, era imposible saber qué tantas partes de la herencia le concederían a cada uno. Mi tío Wilfrido creía pertinente buscar por todos lados el famoso testamento, revisarlo y de ser necesario exigirle al abuelo que lo modificara; la tía María proponía que la repartición fuera pareja y que si alguno tenía más porcentaje dentro de la herencia, cediera una parte justa al resto; mamá se limitaba a decir que “mientras ella recibiera algo” todo estaba bien.

En esos tiempos, mi perro Tomy también enfermó y parecía que agonizaba. Evidentemente mi madre no hacía caso y trataba de reconformarme diciendo que Tomy ya había vivido lo que tenía que vivir. No era que quisiera que se priorizara la salud de mi perro antes que la del abuelo, pero no entendía por qué al menos no podíamos llevarlo al veterinario.

Cuando en la última semana la condición del abuelo se agravó a un estado de ni siquiera moverse, mamá decidió que ya no iría a la escuela hasta que le diéramos el último adiós. Yo reclamé que era semana de exámenes y que era imposible faltar; ella dijo que ya existiría algún modo de arreglarlo y que por ahora dedicara mis oraciones al abuelo.

La casa se había convertido en un cuartel. Nadie se movía del lugar, como si se tratara de un concurso en el que aquél que resistiera el mayor tiempo sin moverse sería el ganador de la herencia. El abuelo Tomás murió en plena madrugada de un Jueves. Todos suspiraron como si se hubieran quitado un peso de encima y ahora comenzara la segunda parte del proceso. Lo demás fue protocolo social: el velorio, los rezos, el entierro y una cara de sufrimiento fingido que nunca les había conocido a ninguno de ellos.

El día que el notario iba a dar lectura de la herencia, mamá me vistió con el traje que solamente usaba para ocasiones especiales. Llegamos media hora más temprano de lo pactado y para nuestra sorpresa el tío Wilfrido y la tía María ya se encontraban postrados en sus asientos con una vestimenta elegante y sonrisa malévola. La llegada del notario se demoró y las manos nerviosas y sudorosas de todos se movían de un lado para otro. Cuando éste llegó, todos se apresuraron a ponerse de pie y se dispusieron a escuchar qué propiedad les iba corresponder.

El notario comenzó a dar lectura de la herencia y, cuanto más avanzaba, el semblante de todos se iba transformando radicalmente. La sonrisa avariciosa fue cambiando a gestos de fastidio; las manos nerviosas ahora eran tensas y rígidas. La heredera absoluta de las propiedades del abuelo Tomás eran para Juanita, la sirvienta y única amiga de toda su vida. Hay que decir que si mi abuelo era inexistente para mis tíos y mi madre, Juanita resultaba ser el 200% más invisible para ellos.

No terminaba de dar lectura el notario, cuando todos comenzaron a pelear y a echarse culpas mutuamente. El tío Wilfrido reclamaba a la tía María por no hacer caso a su consejo de robar el testamento, mientras que ésta increpaba a mamá por ser tan fría y no tener iniciativa. Yo miraba con miedo. Si no llegaron a los golpes fue porque en el lugar no se los permitieron.

Desde ese día nunca más hemos vuelto a ver y saber de mis tíos. Mamá dice que son personas no gratas y que si los ve ni los conoce. Por cierto, mi perro Tomy murió el mismo día que el abuelo; él solamente me heredó recuerdos y vivencias, aunque si hubiera tenido millones de pesos para mí, yo seguiría prefiriendo que estuviera vivo. El dinero y la muerte no se llevan bien. Odio a ambos.