Víctor Ruiz.
Libre
te quiero,
como arroyo que brinca
de peña en peña.
Pero no mía.
Grande te quiero,
como arroyo que brinca
de peña en peña.
Pero no mía.
Grande te quiero,
como monte preñado
de primavera.
Pero no mía.
Pero no mía
ni de Dios ni de nadie
ni tuya siquiera.
("Libre te quiero", Agustín García Calvo)
Mírenme aquí: derrotada. Tirada en la superficie junto a mi orgullo. Al
frente mis hijos están llorando. Me observan postrada en el suelo. No tengo
cara para demostrarles lo que es la libertad, la dignidad y todos esos valores
de los que siempre les hablo. Cuando tengan más conciencia, me preguntarán por
qué mis palabras no tienen congruencia con mis acciones. Tendrán toda la razón,
si hoy, no decido salir de este limbo.
Si me miro en el espejo no me reconozco. ¿Dónde está la piel delicada que
tanto presumía? Ahora llevo golpes por todos lados; y sin embargo, el dolor
interno resulta todavía más humillante.
Mírenme: sin esperanza. No sé a dónde carajo se fue el amor que nos
prometimos años atrás. ¿Me amas?, siempre me pregunta a la mañana siguiente.
“Te amo”, le he contestado como autómata por tanto tiempo. Y después, el
silencio estremecedor. La tensión otra vez.
Obsérvenme ahora: sin sueños. ¿Dónde mierda se escondieron? Yo que prometía
que los realizaría uno a uno sin que hubiera alguien o algo que me lo
impidiera. Tengo que ser honesta y aceptar que los he ido perdiendo cada día en
este infierno que es mi vida.
No tienen una idea de las veces que juré que a mí esto nunca me pasaría.
“Las golpean por dejadas”, “hay que ser muy tonta para permitirlo”, “a mí me
toca y no se la acaba”… siempre vociferando sin darme cuenta siquiera, que
desde ese entonces, yo ya era víctima de este maldito sistema sexista.
He tenido que ver el suelo de cerca para entenderlo. Tuve que recibir el
primer golpe para saber que nunca había sido libre. Aprendí a reconocer a las
mujeres oprimidas, las he visto a los ojos y he sentido cómo llora su alma. No,
no es necesario que exista un golpe de por medio. Vivimos oprimidas cuando nos
cohíben el pensamiento, cuando pretenden decidir por nuestro cuerpo. Nos esclavizan
en cada momento que nos aseguran que pertenecemos a alguien más.
Dicen que somos madres, hermanas, amas de casa, doctoras, novias,
esposas…pero nadie menciona que antes que nada somos mujeres. Y siendo mujeres,
tenemos el derecho de decidir qué queremos ser después.
Sé que habrá muchas como yo. Sé también que ocultarán la verdad de sus
vidas ante la gente que las rodea; la pena es más accesible que gritar el
dolor. Inclusive, podría asegurar que muchas de ellas se sentirán culpables de
su situación.
Hemos perdido la cuenta de los años que nos han tratado con inferioridad.
Escoltados en su fuerza física se han ido encargando de callar nuestras voces y
sentimientos. Nada valemos si no abrimos las piernas dócilmente para ellos. Si
queremos, dicen que no podemos; si deseamos, argumentan que no merecemos.
No había tenido el valor de terminar con esta historia. Me he comportado
como una cobarde. Puerilmente imaginé que todo esto pasaría y que las cosas
eventualmente mejorarían. Podrán señalarme y juzgarme cuantas veces quieran,
pero a ustedes misóginos, algún día los condenará la justicia.
Quiero que me miren a partir de este momento: estoy cansada. Ni un golpe
más. No existirá un solo grito. Se acabó. Hoy me libero de estas malditas
cadenas. Para cualquier mujer, en cualquier parte del mundo: tengan la certeza
de que a partir de este segundo… libre me quiero.
aaaa esta bueno..!! ojalá todas las mujeres lo pudieran leer
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