lunes, 19 de agosto de 2013

“Algún día ganaremos”

Víctor Ruiz





"Almohadad"(Zaqtan)

Todavía hay tiempo
para decirle:
Madre,
buenas noches,
he vuelto
con una bala en mi corazón.
Ahí está mi almohada
quiero tumbarme
y descansar.
Si la guerra
alguna vez llama a la puerta,
dile que estoy descansando.

No termina de aparecer el sol cuando Altair ya se dirige a las orillas del mar, en la Franja de Gaza. Hace ya dos años que a su padre lo desaparecieron, y lo último que recuerda de él, fueron las palabras tan contundentes que aún le suenan en los tímpanos y el corazón: “¡Algún día ganaremos!”.

Altair tiene 12 años y es el encargado de llevar la comida a su madre y su hermano de 7 años. Vive en Palestina y como muchos, se pregunta si existen razones que justifiquen el ser esclavos en su propio pueblo.  Altair no sabe leer, nunca tuvo oportunidad de ir a una escuela. 
Su mundo inmediato son: las balas, las bombas, los insultos, el desprecio y los miles de muertos anualmente.

La guerra es la palabra más cotidiana y a diario tiene que librar la suya: pescar sin ser alcanzado por una bala. Espera largas horas y el momento adecuado para saltar al mar junto con los demás pescadores. El resto, es cosa de la fortuna. A Dios no lo conoce  y sabe que no hará nada por él.

Mamá le ha prohibido estrictamente que se involucre en cualquier protesta, pero Altair casi nunca hace caso; la rabia del día a día lo ha hecho arrojar piedras en más de una ocasión. En los últimos meses, perdió a dos de sus mejores amigos a causa de granadas provenientes de la frontera con Israel. Las lágrimas de los padres es algo que Altair no ha podido olvidar. Cuando crezca, se prometió que formaría parte de la Intifada y no descansaría hasta ver una Palestina libre.

Caminando rumbo a casa y mientras observa las banderas palestinas en lo alto de las casas, se pregunta si en el mundo se sabrá de todo lo que pasa aquí; “¿a alguien le importará la ocupación territorial que los israelíes nos han ido imponiendo?”. Algunas veces le tocó mirar a periodistas grabando con sus grandes cámaras, retratando la miseria en televisión; pero siempre, al final, se terminan marchando todos. Piensa que el resto del mundo debería estar enterado de lo que ocurre en Palestina; piensa también que su pueblo es uno de resistencia.

Hace tiempo que Altair dejó de ser un niño. Casi nunca sonríe. La mayoría del tiempo tiene miedo, pero también se ha ido acostumbrando a ese sentimiento. Ya no le extraña ver a militares israelís por todas partes. Una noche preguntó a mamá si acaso el dinero y la ambición eran lo más importante en este mundo; mamá sólo tuvo lagrimas como respuesta.

No se dedica a pensar en el futuro. Aquí cada minuto, el instante y la vida terminan siendo lo más valioso. La muerte es lo único seguro. Cada mañana en algún periódico, se lee que murieron tantos números de palestinos y Altair sabe que en cualquier momento será su turno.

El de hoy, ha sido un mal día. Pasó el día esperando el momento de aventurarse a la pesca, pero las balas iban en aumento y ha preferido no arriesgar. A Altair le preocupa no tener nada para llevar a casa. El hambre es algo que puede soportar, pero ver a su hermano sin probar alimento lo destroza moralmente.

Al llegar a casa, escuchó en un noticiero cómo los periodistas acusaban de terrorismo a Palestina, mientras que a Israel lo glorificaban en aplausos por considerarlos víctimas. Los ojos se le inundaron de rabia. Que el genocidio le fuera indiferente a tanta gente, era algo que no podía asimilar. No lo pudo evitar y salió dispuesto a correr hacia el muro e insultar a cuanto militar tuviera enfrente. Así lo hizo, pero no sin antes gritarle a lo lejos a su hermano menor: “¡Algún día ganaremos!”.

*Del 2000 a 2012, el ejército israelí asesinó a más de 2 mil niños palestinos. La ONU ha ignorando, en la mayoría de las ocasiones, las violaciones cometidas por Israel. Fuente:http://spanish.irib.ir/noticias/especiales/item/132303-m%C3%A1s-de-dos-mil-ni%C3%B1os-palestinos-fueron-asesinados-en-el-siglo-xxi

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