“The spirit is our gasolina…”
Víctor Ruiz
Cuando Joe Strummer murió, la
gente que lo conocía coincidió en que se trataba de una doble fatalidad. Por un
lado, se iba el artista, el padre de familia, el amigo y el entrañable
compañero; pero la segunda desgracia tenía un corte más individual: Joe murió
cuando era más feliz.
Es sabido que tras la disolución
de The Clash, Joe Strummer huyó a su querida Granada para tratar de
reinventarse en un ambiente que estaba alejado de lo que supone ser una
estrella de rock. Es ahí donde la parte más experimental del músico salió a
flote, pues lo mismo dedicó sus energías para producirle un disco a un grupo
local, que para actuar en películas o realizar la banda sonora de las mismas.
Esa etapa de transición fue
confusa y a su vez dolorosa. Joe Strummer superaba ya los 40 años de edad y sin
embargo tenía que seguir cargando sobre sus hombros la chamarra de piel con la
que la gente lo recordaba como el vocero del punk rock que alguna vez fue.
Pero supo caminar. En esa genuina
capacidad que tenía Joe para conectar mundos a través de la música, también se
halló a sí mismo de nuevo. Fue cuando nació The Mescaleros, proyecto que
significó en la vida del líder The Clash una segunda oportunidad de volver a
ser y hacer.
En los tres discos que se le
conocen a la banda, el trabajo se distingue por la variedad de ritmos y sonidos
que emplearon. Lo mismo se hacía uso de percusiones latinoamericanas, que de ritmos
africanos, pasando por el reggae y llegando a un atípico violín mezclado con los riffs de una guitarra. La fusión de
todos elementos era una especie de Big Bang artístico que terminaba estallando
en la sensibilidad de quien prestara atención.
Esta metáfora de brebaje musical
bien proyecta a la perfección la idea de vida que deseaba Joe Strummer.
Comprometido política y socialmente como era, su apuesta siempre fue el
humanismo por encima de fronteras, lenguas y razas. Hablar de Mescaleros es
hablar de muchos mundos en uno solo.
Alguna vez le preguntaron a Joe
cuál era el mejor regalo que había recibido de parte de un fan, y sin pensarlo
respondió que el hecho de que la gente se le acercara para confesarle que su
música había servido de inspiración para entender y mirar de un modo distinto
lo que les rodeaba. Todo un cambio de percepción.
En esas andaba Joe Strummer
cuando un paro cardíaco lo sorprendió un 22 de diciembre del 2002. De seguir
vivo, quién sabe cuántas ideas más podría estar aportando en este momento,
justo cuando el mundo se torna álgido y se requiere de personas que lo hagan
más soportable.
Por lo pronto, a 16 años de su
ausencia, yo me quedo con uno de sus pensamientos: “Madurar es comenzar a tratar
bien a tus semejantes”.
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