Nunca había sido tan sencillo cruzar la avenida Francisco J. Múgica. No hay murmullos ni pasos acelerados. Las combis de la ruta amarilla están en fila, pero ahora no tienen prisa en que les den salida. Van solamente dos días de huelga en la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo (UMSNH), pero para ellos ha sido toda una eternidad. "¡Uy!, nosotros vivimos de ellos", me dice el checador de combis. No se mira triste ni tampoco se lo toma con humor, es simple y mera resignación. "Todo Morelia ha de estar igual", comenta como una forma de autoconsuelo.
Y es que parar las actividades dentro de Ciudad Universitaria es también condenar a los de afuera, a los que cuando llegan a sentir la ausencia de estudiantes, también visualizan las mínimas ganancias en el día.
¿Qué tanto ha disminuido sus ventas?, le pregunto a los encargados del local de copias, ese que se encuentra enfrente de CU y que casi nunca se ve solo. "Pues...todo" me responde mientras ríe nerviosamente y se dedica a mirar el televisor.
Ante el aburrimiento, todos han decidido invertir el tiempo en lo que casi nunca hacen. Por allá, a lo lejos, se le mira al chofer de combi leyendo de pies a cabeza el periódico. Va en la sección de economía y se está reservando las policíacas para cuando queden escasos minutos de la jornada laboral. Del otro lado, el camionero de la ruta "Panteón", por fin se decidió a lavar ese motor que está más negro que la noche, y que seguramente ni en cinco huelgas terminaría de limpiar.
"¡Todo está muerto!", me comenta mientras a la par corta la fruta. Lo hace en pequeñas proporciones y ni siquiera tiene todos los ingredientes que acostumbra. Se dedica a la venta de gazpachos y asegura que es de las consentidas de los estudiantes, pero hoy, me dice, no tiene sentido desperdiciar la fruta.
No salen las cuentas. Las arcas de la universidad están paralizadas, tampoco hay ganancias para los comerciantes que normalmente se encuentran dentro de la universidad, ni para los cumbieros que gritan más por compromiso: "¡La 04 para el centro!". La huelga afecta a propios y extraños.
Los taxistas no figuran. Las máquinas copiadoras descansaron. El refrigerador del bar está en su nivel más bajo. Al local de las tortas, por primera vez le sobra milanesa a eso de la una de la tarde. Las cubetas de los lavacoches no tienen agua. Hoy... no salen las cuentas.
"¡Sale, chulo!", le grita el checador al de la unidad 54. El chofer mira con fastidio y no le queda de otra que acelerar. Lo hace despacio, como si bajando la velocidad fuesen aparecer los pasajeros de la nada. Pero no, se encamina hacia la calle Cuautla sin un solo pasajero. La gasolina está muy cara y hoy, en el diario de una huelga, no salen las cuentas para nadie.