VÍCTOR RUIZ
A la
memoria de Joe Strummer.
“Yo no
quiero ir a donde van los ricos/ yo no quiero oír nada sobre lo que hacen los
ricos/ piensan que son muy inteligentes/ piensan que tienen toda la razón/ pero
la verdad sólo es conocida por los marginados.” (The Clash- Garageland)
I
Primer contacto
Es verdad. Cuando Julián escuchó a los Clash por primera vez, allá, cuando tenía 16 años, no representó gran cosa. Fue el homónimo, el disco debut en 1977. Repasó los temas una sola vez porque ninguno le despertó curiosidad y, no sobra decir, que a partir de la tercera canción no prestó mayor atención. Julián tenía 16 años y su vida no era igual a la de los demás chicos de su edad. Le gustaba el rock y eso es suficiente para empezar a marcar línea con la sociedad. En la escuela no destacaba por calificaciones y mucho menos por popularidad, pero el panorama no le afligía en ningún sentido. En su casa se le comenzó a acusar de rebelde -ya fuera por la desalineada cabellera o la vestimenta- y la palabra más que atrofiarlo, lo hacía sentir orgulloso aunque no terminara de entenderla. –Ya madurarás- , repetía la madre en voz alta a cada rabieta que Julián le provocaba; pero la madurez, al menos en ese sentido que se le exigía, nunca llegó.
La pasión por la música lo hizo conocer a cientos de grupos, mientras a la par, fue
descubriendo el mundo de los libros. Todo esto significó una explosión en su
cabeza que lo marcaría para siempre. Julián se entendía como parte de una minoría clandestina, tan
así, que le era difícil encontrar a alguien para interactuar y expresar lo que
su cerebro y espíritu querían decir. Fue en ese camino donde Julián encontró
demasiadas preguntas sin respuestas claras. Iba y venía del rock a la
literatura, como si éstos fueran bolas de cristal que pudieran aclararle la
visibilidad.
Dudaba de todo lo que escuchaba. En la escuela le
hablaban de cosas que él no conocía, y no porque no supiera el significado de
las palabras, sino por el sencillo hecho de que en el mundo real no se veía
nada de ello. No entendía cómo el sistema democrático de su país amordazaba a
los ciudadanos para que no tuvieran voz ni participación; recriminaba el
egoísmo individual que imperaba sobre el bien colectivo, para terminar creando
intereses antagónicos; cuestionaba cuál era la utilidad de tener una iglesia en
cada esquina; transmitía la rabia que le generaba la desigualdad existente:
desde su salón de clases, el vecino, hasta el trabajador y el patrón. Fue en
este desarrollo intelectual y moral, que sin buscarlo, tendría una segundad
oportunidad para tener de nuevo un contacto, el primero de verdad. Julián ya
nunca sería el mismo después de enterarse que The Clash y Joe Strummer lo
comprendían de modo casi misterioso. Se sorprendió cuando se dio cuenta que esa
banda de rock, que en un principio le era totalmente ajena, tenía mucho de él.
II
Caudillo del punk rock
-Lo que diferenció a Joe Strummer de los otros, fue que tuvo la capacidad de transformar toda su rabia que sentía en ideas. De no ser así, hubiera quedado muerto como muchos de sus contemporáneos.
-Concuerdo contigo, Julián. Joe era un tipo mucho más
comprometido que sus compañeros músicos de generación. No quiero decir que
Mick, Paul o Topper no lo hayan sido, pero Joe era un personaje más directo.
-Basta con escuchar Sandinista
para darte cuenta de lo politizado que era ya en ese momento The Clash. Y
con esto me refiero a un sentido político que abarcaba cualquier lucha
socialista: Sandino en Nicaragua, Allende en Chile, Fidel en Cuba, los
republicanos en la guerra civil española y así nos podemos seguir.
-En cierto modo Joe era un revolucionario. Alguna vez
dijo algo así: “De repente éramos cuatro tipos con guitarras queriendo cambiar
el mundo”.
-O por lo menos, hacer de él, uno menos deprimente.
-Algo que le pesó y lo persiguió por todos los años de su
vida fue la presión. ¿Me entiendes, Julián? Presión mediática, porque Joe y los
Clash eran estrellas a nivel mundial.
-Se le señaló de todo. El día que The Clash firmó con la
disquera CBS los convirtieron en
vendidos y el día que experimentaron musicalmente les quitaron la categoría de
punk.
-Bueno, pero efectivamente en ejecución musical ya no
tenían nada de punk.
-Justo en lo que mencionas creo que se encuentra un grave
error. El punk es una actitud, sí, aunque suene clicheado. Es la máxima
representación del sentimiento libertario. Más allá de tocar a tres acordes, el
punk es tu actitud frente al mundo, a tu forma y manera. Los Clash fueron tan
punks que se dieron el lujo de firmar y desechar contratos, fueron
extremadamente punks que se permitieron abordar otros géneros musicales. Por lo
demás, me quedo con la sencilla pero contundente explicación de Strummer: “Ahora resulta que existen policías punks
que nos dicen cómo tenemos que hacer las cosas”.
-Tal vez en eso que mencionas radica lo bien que le
acomodó su estancia en España. Se encontró en un lugar, donde además de que le
obsesionaba, podía liberarse de sí mismo y mandar al carajo las presiones.
- Y que a pesar de su alejamiento, Strummer nunca
claudicó respecto a sus ideas. Era un artista en toda la extensión de la
palabra, y como tal, jamás dejó de crear.
-Se vio reflejado su crecimiento en todos los sentidos en la parte final de su vida. Por lo que cuentan, Joe se volvió una persona con un sentido de sensibilidad que sorprendía a los que lo conocían de cerca.
- Sí, pero un mal día se fue y dejó desahuciado al mundo.
- ¿Y ahora qué nos queda, Julián?
- Un terrible silencio, como el que tú y yo
experimentamos cada vez que nos vemos obligados a dejar de conversar.
III
Una plaza en Granada
Corre vídeo en el televisor. Programa: La 2 noticias. 20 de Mayo, 2013.
Joe
Strummer ya tiene su plaza en Granada. El mítico líder de The Clash fue un
enamorado de Andalucía, donde pasó largas temporadas huyendo de la fama y de
los problemas de Londres. La memoria de aquellos días ha quedado ahora grabada
en el callejero de la ciudad granadiense.
En el cruce de la cuesta del Escoriaza y la calle Vistillas de los Ángeles, está desde hoy la plaza “Joe Strummer”. El barrio del realejo, en Granada, entra ahora en el mapa del punk rock y se convierte en un lugar de peregrinación obligada para todos los seguidores del que fuera líder de The Clash.
Han
venido colegas y familiares, entre ellos su viuda, su primera mujer, dos de las
hijas del creador de himnos como este que ha sonado hoy: I fougth the law. Esta
plaza de Granada da fe de que Strummer dejó huella en España.
Julián no necesitó ver ni escuchar algo más. Apagó el
televisor y en su cabeza sonaba una sola frase: Tengo que ir a Granada.
IV
La salida
Difícil saber cuál era la razón. ¿Qué era eso tan fuerte que movía a Julián y que lo sostenía con la idea fija e irrompible? ¿Cuánto había tenido que pasar para decidir que eso era algo sumamente importante al grado de que en su vida no se lo perdonaría o estaría incompleta si no lo hiciera? ¿Hasta dónde es capaz que algo tan aparentemente lejano te ponga los pelos de punta? Porque en la vida encontramos cosas y momentos que están destinados a tocarnos el alma y el efecto consecuente es no volver a ser los mismos por el resto de nuestras vidas. Julián lo sentía tan cerca y tan propio, como si fuera una responsabilidad que tenía asignada. Y a este paso no era posible pensar en las consecuencias o el peligro; nada cabía en su mente, mucho menos las especulaciones. Tampoco era claro el objetivo, pero hay acciones que deben ser llevadas a cabo bajo los efectos del “hazlo tú mismo”. ¿Cuánto había tenido que dejar a lo largo de un año para estar tan cerca? Pero el sacrificio es una bocanada de aire fresco cuando te lleva al sitio donde te imaginaste días atrás. Julián se iba perder. Aunque él ya vivía en un mundo extraviado, un lugar que estaba fuera de sí y que ardía por encima de cualquiera. Quizás Julián buscaba un encuentro. Un sitio donde pudiera verse a sí mismo y experimentar los sentimientos más nobles que esconden las personas en sus corazas de cristal. Podían señalarlo de esquizofrénico, desadaptado o podían aplaudirle y adularlo; pero lo de él era más serio, nada tenía que ver con los demás, ni con él mismo. Tal vez había ciento de razones o quizás una sola por el que Julián estaba a punto de partir, de igual forma no se podía explicar porque simplemente no era posible. Hay cosas que no tienen solución y otras que no tienen razón de ser. Lo de Julián era una especie de compromiso místico y una forma de decir “gracias”. Eran minutos lo que lo distanciaban de un sueño, ilusión, obsesión… o váyase a saber cómo se le puede nombrar. Estaba a punto de abordar un avión porque tenía/debía ir a Granada. Corría el riesgo de que las cosas no fueran como las esperaba, pero Rudie Can`t Fail.
V
El duro camino hacia Granada
Le fue imposible conciliar el sueño. En diez horas de vuelo hacia Madrid no pudo cerrar los párpados por más de media hora. No solamente se trataba de que nunca hubiera estado a bordo de un avión, o de la emoción que le provocaba imaginar cómo sería su llegada a la plaza de Joe Strummer. Julián comenzaba a asimilar la aventura en la que se había inmiscuido y también le saltaban a la mente las primeras preocupaciones. ¿Cómo carajo iba hacer para llegar a Granada? En su maleta tenía pocos cambios de ropa, los documentos en forma, el boleto de regreso, la discografía de The Clash y muy poco, casi nada de dinero; en su espalda cargaba su guitarra y era lo que más procuraba a todo momento. Lo más sencillo hubiera sido dirigirse a la estación del sur y abordar el primer colectivo hacia Granada, pero los recursos no daban para tanta comodidad. Julián contaba con lo necesario para comer unos cuantos días y para comprar una cerveza en el bar de Jo antes de llegar a su última parada. A sus puertas tenía Madrid y eso lo confundió en demasía. No sabía si preguntar directamente el camino hacia Granada, qué colectivo público tomar, a qué carretera se debía dirigir; o también tenía la opción de hacer caso al llamado de su estómago y colocarse en el primer local de comida, para posteriormente buscar un lugar donde dormir-esto evidentemente no iba a ser un hotel de cinco estrellas-. Pero no hizo ni lo uno ni lo otro.
Caminó por las calles sin
preguntar nada y casi sin mirar a las personas. No era miedo ni tampoco
desconfianza, pasaba que su mente se encontraba trabajando a una velocidad poco
común que le era difícil concentrarse en un solo pensamiento. Cuando por fin
pudo aclarar sus ideas, Julián se dio cuenta que la noche ya se había adueñado
de las calles de Madrid. Sintió un poco de temor, pero es bien sabido que
algunas mentes funcionan mejor bajo presión.
Preguntó a diferentes personas por
algún hostal económico, pero todos le sugirieron lugares distintos y no fue hasta
que llegó a Casa Chueca Hostal que
definitivamente se convenció. El servicio de habitación era barato y además
incluía una cena de bienvenida. En ocasiones la presión necesita acompañarse de
la fortuna. Ese día lo aprendió Julián.
***
Despertó temprano porque necesitaba que su mente comenzara a trabajar. El gasto del hostal lo obligaba a accionar lo más rápido posible. Sin mucho protocolo agradeció a los encargados del lugar y se introdujo de nuevo a las calles de Madrid. Recorrió distintos caminos tratando de encontrar el lugar ideal y cuando eligió una avenida, se paró en la esquina y sin más sacó su guitarra. Tocó a lo largo de una hora por monedas y de vez en cuando algún billete. Evidentemente repasó los clásicos de The Clash: Jimmy Jazz, London Calling, Rock The Casbah, Stay Free, Tommy Gun, Should I Stay Or Should I Go, Police On My Back, Radio Capital y cerró con Career Opportunities. Juntó lo suficiente para comer y le sobró lo necesario para sobrevivir en su trayecto. Comió ligeramente porque las ansias no le permitían abrirse del todo el apetito, hay que decir que desde que salió de casa los niveles de emoción no habían disminuido en ningún momento. Cruzó media ciudad para llegar hacia la salida donde supuestamente podría comenzar el viaje final a Granada. Estuvo esperando casi todo el día para que alguien se compadeciera a subirlo y acercarlo a su destino.
El
sol de a poco se iba ocultando y el frío avisaba que era cuestión de minutos
para que la noche se presentara por todo Madrid. Afortunadamente para Julián,
una furgoneta paró dispuesto a llevarlo. Julián, que ni siquiera había pensado
en una opción B, ascendió rápidamente con una desesperación inusual en él. Contrario
a lo que se podía pensar, las miradas de ambos fueron de confianza y de una
camaradería a primera vista.
***
El conductor era un tipo robusto, de aspecto veterano y aparentaba unos 60 años, aunque él había dado 50 como su edad oficial. Se dedicaba al transporte de paquetería, vivía con su mujer y tres hijos, los cuales ya casi nunca veía. “Prácticamente mi casa es la carretera”, le había dicho a Julián con una risa llena de lástima. Era uno de esos sujetos que viven en piloto automático y que difícilmente la vida los llega a sorprender. Tantas decepciones habían hecho de Don Fernando una máquina que creía que el único objetivo de la vida era el de trabajar. Se dirigía ahora a Andalucía, exactamente a Almería, donde antes del amanecer deberían estar los paquetes solicitados desde hace una semana.
-En
este trabajo está prohibido parar a dormir- dijo a Julián y éste no supo si lo
hizo por hacer conversación o como una advertencia de que no le permitiría
conciliar el sueño por el resto de la noche.
-Sí,
me imagino- respondió Julián tímidamente.
-¿A
qué vienes a España?- preguntó Don Fernando con un tono misterioso.
-Mmm…de
turista- mintió Julián, que era bastante reservado al momento de hablar de lo
que consideraba importante.
-¿De
turista y sin dinero?- preguntó Don Fernando con una expresión que dejaba en
claro que no le creía absolutamente nada.
Julián
se mantuvo en silencio y Don Fernando no hizo por indagar más en el tema, pero
desde ese momento lo que había sido una confianza inicial se transformó radicalmente
en una inseguridad y temor mutuo que en realidad no tenía razón de ser.
Charlaron
por horas de asuntos sin trascendencia. Julián le contó sobre su país, de la
comida tradicional y le enseñó algunas groserías típicas; Don Fernando utilizó
la mayor parte del tiempo para desahogar sus quejas de la crisis en que se
vivía por todo España y a la vez le daba a conocer sus propuestas como
alternativas de una pronta solución. Éstas no eran del todo civilizadas y
legales, pues pretendía prenderles fuego a banqueros, políticos y reyes; Julián
pensaba en sus adentros que no podían ser medidas de solución, pero al menos un
sector de la sociedad saciaría su ira.
A
medida que pasó la noche y viendo ya de cerca el amanecer, ambos se habían dado
cuenta que cada uno ya contaba con su respectivo plan, la incertidumbre era
saber en qué momento y bajo qué circunstancias se atreverían a accionarlo. Esta
desconfianza nacida por una falta de sinceridad de uno y duda del otro, provocó
un ambiente tenso que hizo azaroso el camino.
-Pues
bueno, esta es en la entrada de Almería y hasta aquí te puedo dejar- dijo Don
Fernando mientras orillaba la furgoneta.
-Ha
sido de gran ayuda, le agradezco infinitamente- respondió Julián con confianza
al pensar que esa tensión había sido producto de su imaginación.
Justo
cuando Julián desertó de toda precaución y se disponía a bajar de la furgoneta,
Don Fernando tomó su mochila y la jaloneó hacia él. Julián, que se vio
sorprendido, intentó desesperadamente retenerla pero era demasiado tarde, Don
Fernando con una patada empujó hacia afuera a Julián, quien apenas pudo
llevarse consigo su guitarra para quedar postrado en la tierra.
-Te
jodo a ti, antes de que tú lo hagas conmigo- gritó por la ventana un iracundo
Don Fernando.- En este país ya no se sabe; aquí eres ladrón o robado, no existe
término medio- le dijo por último mientras echaba a andar la furgoneta.
Julián
había perdido todo el dinero, sus pertenencias y además el boleto de regreso a
su país. Tenía solamente su guitarra y por un momento tuvo la tentación de
pensar que había sido un error haber viajado hasta acá. Pero antes de procesar
tal idea, se percató que estaba a escasas dos horas de Granada y eso le levantó
el ánimo al grado de que tuvo el descaro de sonreír.
***
Cómo he llegado hasta aquí. Si contara esta historia creerían que es un invento. Pero qué me importa si todo esto nunca lo sabrá nadie que me conozca, no me interesa. Estoy en Almería y me dirijo a Los Escullos, eso es lo importante ahora. No es mi imaginación. Juro que se nota y se siente que en cada uno de estos rincones estuvo Joe Strummer, en cualquier techo de estas casas estoy seguro que se ondeó su bandera. Supongo que a esta altura pensarán que soy un fan obsesionado y enfermo, tienen todo el derecho de juzgarme así, he dado motivos suficientes para ello. Pero no lo soy, tengan la certeza de que no es así. Amo la música por sobre todas las cosas. La gente debería darle más valor a la música que al dinero. ¡Eso!…el valor. El valor que tienen las piezas musicales, las composiciones, la lírica, la obra en conjunto, eso es…el valor de una idea planteada ante el mundo. No trato de hacerlos entender ni de incitarlos a que hagan lo mismo, solamente mato el tiempo mientras camino. A cada paso una canción. El tiempo es tan relativo. Piensen que alguna de estas personas seguramente mantiene tan vivo el recuerdo de Strummer, que bien podría pasar todo el invierno hablando sobre ello al respecto y yo podría escuchar atento cada anécdota, pero al hacerlo, fallaría en mi objetivo principal. Es 21 de diciembre y estoy a un día de llegar. Sé que en estos momentos más de alguno pensará o me propondrá solucionar el asunto del robo. Entiendo que no tengo documentación, pasaje ni dinero. Soy consciente que soy el sujeto más desarmado de toda España. Pero de verdad, sólo tengo un día. Les pido que olviden lo que dije sobre la relatividad del tiempo. Creo que la cuestión del robo me ha dado confianza. Suficiente era mi preocupación por sobrevivir, que el asunto de cuidar una mochila me estaba matando. Ahora no tengo nada que perder…no, mi guitarra es tan vieja que sería un estorbo para cualquiera. ¿Hambre? ¿Se han dado cuenta que el cerebro es tan generoso que en ocasiones mata la necesidad cuando no hay cómo satisfacerla? Claro que el efecto dura un día, a lo mucho dos. Pero yo no necesito más tiempo que el día de mañana, así que puedo estar tranquilo. Tengo que confesar que lamento haber perdido en el robo todos mis discos de The Clash; sin embargo, la realidad es que la música es de las cosas que perdurará por toda la eternidad y ya habrá manera de recuperarlos. Sí, lo sé, ya resucité la teoría de la relatividad del tiempo. Almería me da buena espina, creo entender por qué le gustaba a Joe. Si mis instintos no me fallan, puedo dar por hecho que no estoy tan lejos del paraje encajado entre el mar y la sierra de Cabo de Gata. Quizás ocupe un último trayecto sobre ruedas para llegar a donde se vea ondeando, en lo más alto, la bandera pirata. En ese momento sabré que he llegado a mi penúltima parada.
***
Hay bares que se convierten en guaridas. Algunas personas tienen la fortuna de encontrar la suya, otros pasan de bar en bar por el resto de su vida sin que ninguno les acomode y unos más la tuvieron de frente y no se dieron cuenta a tiempo. Curioso resulta que para Strummer el bar de sus sueños lo haya encontrado en un camino prácticamente desierto. El bar de Jo bien podría ser la guarida de Julián, tenía todas las características para ello: un lugar donde todo el día sonara el rock y el blues sería perfecto para él. Podría quedarse toda su vida ahí e inclusive trabajar sin paga con tal de no marcharse nunca más; pero no lo iba hacer, el bar de Jo era para él un lugar mítico que merecía visitarse sólo una vez en la vida. Era el lugar de Strummer y ese respeto afectivo lo manifestó Julián durante su corta estancia en el bar. Su sentir era el de un visitante privilegiado a un museo casi inaccesible para el mundo. Miró cada detalle tratando de imaginar qué conversaciones se producían en aquellas madrugadas, pensó en los bohemios recitales que se improvisaron debajo de las palmeras y sin dudarlo le hubiera gustado mucho haber estado aunque fuera solamente una noche observando a lo lejos todas esas situaciones. También pudo haber preguntado a Jo cómo eran las noches con Strummer, pero prefirió mantener la versión de su imaginación que le parecía ideal y perfecta.
-¡Eh!,
¿vas a beber algo?- se escuchó a la distancia la pregunta que provenía de una
voz ronca y potente. Era Jo que desde un principio no le había perdido la vista
a Julián.
-Quisiera
beber algo, pero no tengo ni una sola moneda en el bolsillo- contestó con la
intención de que su comentario fuera agradable y cayera en gracia.
Pero
Jo no sonrió ni pretendió parecer educado, situación que incomodó a Julián y
terminó sonrojándolo sin poder evitarlo. Jo fue a la parte trasera de la barra
y regresó con una cerveza.
-¡Bebe!…
te hará bien.- Ordenó mientras le acercaba la cerveza.
-Pero…
-Pregunté
si querías beber algo, no cuántas monedas llevabas en el bolsillo- interrumpió
Jo con un tono que no daba permiso a ninguna objeción.
-¡Gracias!-
se limitó a decir Julián quien se sonrojó aún más.
-Deberías
apresurarte si quieres llegar mañana a tiempo a Granada. El camino suele
complicarse por estas fechas- le dijo Jo mientras se alejaba para llamar a alguno
de sus empleados.
Julián
bebió la cerveza lentamente, disfrutó cada sorbo mientras a la par pensaba en
lo acertado que fue Strummer al haber elegido el bar de Jo como su guarida.
***
22 de diciembre del 2002. Periódico El País.
Joe Strummer, líder del influyente grupo
británico The Clash, murió este día en su residencia campestre de Somerset, al
oeste de Londres. Tenía 50 años y acababa de concluir una gira por Gran Bretaña
con su última formación, The Mescaleros, con los que renovó su combativo
espíritu artístico.
Compositor, cantante y guitarrista, Joe
Strummer dio estilo y contenido político-revolucionario al movimiento punk.
Canciones como London Calling, Washintong Bullets o Guns of Brixton, entre las
cerca del centenar que compuso en menos de diez años, son genuinos gritos de
guerra de un artista que quiso alterar el curso de la historia.
Con letras directas y un sonido punk,
The Clash arremetió contra el racismo, el imperialismo estadounidense y
secundaron las causas de la izquierda política.
VI
Última
parada
Jo no mintió. El camino hacia Granada fue complicado y lento. Julián recorrió largos tramos antes de ser abordado por conductores en diferentes ocasiones. Como si fuera algo lógico, todos le preguntaron si se dirigía a la plaza de Strummer, a lo que Julián afirmó todas las veces con emoción inocultable. Era 22 de diciembre y se cumplía un aniversario luctuoso más de Joe Strummer, pero lejos de tener sensaciones lúgubres, Julián experimentaba una nostalgia agradable. Por supuesto que tenía la satisfacción de estar cumpliendo con la promesa que diseñó en su mente desde hace un año, pero además, su sentir era el de un familiar cercano, era como si hubiera sido camarada de toda la vida de Strummer. En su soliloquio trataba de responderse qué era Joe Strummer y los Clash en realidad para él.
Podría ser una pasión, pero esa pasión
la tengo en general por la música, ¿entonces por qué tengo una preferencia
especial por The Clash? También cabría decir que es un deseo de ser o hacer
algo similar, pero la vedad es que no pienso dedicarme a la música, hay unos
que tienen el talento de hacerla y otros que nos limitamos al exclusivo gozo de
escuchar… ¡Vaya forma de comunicación! Lo más sensato que se me ocurre en este
momento es entender que la gente necesita soportes en su vida. La música me ha
salvado en diferentes ocasiones, ha estado conmigo cuando me he sentido solo. Y
esto que vengo hacer es la única forma que encontré para agradecerle, para
decirle que sin ella mi vida sería tan normal e intrascendente. Es la manera en
que trato de decirle que con The Clash descubrí mi mejor guarida.
El
ir y venir de la gente en la plaza era constante. Julián no quiso acercarse
porque esperaría hasta el último momento para ponerse frente a frente sin que
nadie más estuviera en el lugar. Pasó el tiempo mirando cómo los punks se
tomaban fotos, bebían cerveza y cantaban a coro canciones de The Clash. También
llegaron a la plaza hombres y mujeres más viejos, -que seguramente fueron
amigos de Strummer-, quienes depositaron flores y charlaron entre sí por
algunos minutos. La prensa hacía reportajes y entrevistas para luego marcharse
sin mayor escándalo. Julián procuraba observar todo a detalle para dejarlo
registrado en su retina y no olvidarlo nunca más. El tiempo no fue una tortura,
al contrario, disfrutó cada minuto mirando el cariño y todo lo que movía en Granada
una persona. Pensó que hubiera sido un acto de justicia que Strummer pudiera
ver todo esto, pero se consoló sabiendo que Joe es de esas personas que nunca
mueren.
Tuvo
tiempo de meditar cuál debía ser su función en este mundo a partir de ese
momento. Más allá de las condiciones similares que pudiera tener con el resto,
Julián creía que tenía la responsabilidad de ser un tipo honesto en cualquier
acción de la vida; libre en espíritu y en colectivo; justo con todos para
procurar una igualdad. En resumidas palabras, trataría de rendirle un tributo
mayor a Joe Strummer labrando el camino que éste dejó incompleto: el que lleva
a la humanidad.
Cuando
la plaza por fin se vació en su totalidad, se aproximaba la medianoche y el
único sonido que se percibía era el de la soledad. Julián entró a la plaza y lo
hizo lentamente. Aunque la luz era escasa, pudo apreciar el mural de Joe y los
múltiples mensajes que le dejaban sus admiradores a su paso por Granada. Se
sentó y se recargó en un árbol, justo enfrente de la placa en que se leía “Placeta Joe Strummer”, y ahí estuvo un
largo rato en silencio. En realidad no pensaba nada, se dedicaba a sentir cada
minuto. No sabía cómo regresaría a su país, pero lo que estaba viviendo, de la
memoria nunca nadie se lo iba poder arrebatar. Motivado por las sensaciones,
Julián sacó de la funda su guitarra. Y así, sin pensarlo, comenzó a rasgar las
cuerdas. En medio de la noche, de ese 22 de diciembre, por las calles de
Granada se escuchó a Julián cantar:
Spanish bombs rock the province
I'm
hearing music from another time
Spanish
bombs on the Costa Brava
I'm
flying in on a DC- 10 tonight
Spanish
bombs, yo te quiero infinito
Yo
te quiero, ¡oh mi corazón!
Spanish
songs in Andalucía, mandolina, ¡oh mi corazón!
Spanish songs in Granada… ¡Oh my corazón!