jueves, 19 de marzo de 2015

"De la expropiación al fuego”


Víctor Ruiz.

Exactamente un año había transcurrido desde que Fabri y Matías habían desembarcado en Chicago, justo después de que lograron huir con el botín del último banco atracado en Buenos Aires, Argentina. Tal como lo habían planeado desde su llegada, en punto de las 12:00 horas de ese día harían estallar el edificio de Chicago Board of Trade en mil pedazos con toda la artillería acumulada en 365 días.

Fabri y Matías realizaron durante un año los diferentes oficios que suelen ser despreciados por los ciudadanos norteamericanos y que tienen una paga igual de despreciable e insultante. No es que ocuparan el dinero realmente, pero en un país que vigila cada movimiento, los suspiros y hasta los pensamientos, trataban de pasar desapercibidos en la medida de lo posible.    

Herederos de las ideas y prácticas revolucionarias de Boris Wladimirovich y Miguel Arcángel Roscigna en la Argentina durante la década de los 20´s, Fabri y Matías hicieron de la expropiación el medio para poder alcanzar sus fines. Ambos egresados de la Facultad de Historia, no pretendían vivir de un título universitario que no está por demás decir que detestaban y rechazaban.

Si este par de anarquistas argentinos accedieron a ingresar a una universidad no fue para obtener un prestigio en sociedad, sino para hacer del Estado su objeto de estudio y tratar de descubrir sus debilidades. Ya desde la adolescencia habían mostrado una negación a la autoridad de cualquier tipo, fuese divina o terrenal; pero los libros que tenían al alcance no les era suficiente para llegar a las respuestas que pretendían y en ese sentido, la biblioteca de la universidad les resultó beneficiosa.

En un inicio, los asaltos que realizaban a bancos y empresas eran esporádicos ya que la acumulación del dinero sin sentido alguno tampoco era de su interés. Los fondos eran utilizados para la publicación de escritos revolucionarios, cuentos libertarios y reedición de los clásicos textos anarquistas.

A diferencia de los expropiadores anarquistas de la década de los 20´s, Fabri y Matías tenían la ventaja de que después de los atracos que llevaban a cabo, difícilmente se sospechaba que detrás de la acción había una organización anarquista. El robo se había convertido en una práctica nacional y los grupos que la ejercían abundaban en Buenos Aires.

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“La transformación de la comida en un medio de especulación financiera ya lleva más de veinte años. Pero nadie pareció notarlo demasiado hasta 2008. Ese año, la gran banca sufrió lo que muchos llamaron <<la tormenta perfecta>>: una crisis que afectó al mismo tiempo a las acciones, las hipotecas, el comercio internacional. Todo se caía: el dinero estaba a la intemperie, no encontraba refugio. Tras unos días de desconcierto muchos de esos capitales se guarecieron en la cueva que les pareció más amigable: la Bolsa de Chicago y sus materias primas. En 2003, las inversiones en commodities alimentarias importaban unos 13.000 millones de dólares; en 2008 llegaron a 317.000 millones- casi 25 veces más dinero, casi 25 veces más demanda-. Y los precios, por supuesto, se dispararon…

Ahora en la Bolsa de Chicago se negocia cada año una cantidad de trigo igual a cincuenta veces la producción mundial de trigo. Digo: aquí, cada grano de maíz que hay en el mundo se compra y se vende- ni se compra ni se vende, se simula- cincuenta veces. Dicho de otro modo: la especulación con el trigo mueve cincuenta veces más dinero que la producción de trigo…

En los países del Otro Mundo hay más de 2 mil millones de personas que gastan en comer entre 50 y 80 por ciento de lo que consiguen: un pequeño aumento de precio los condena al hambre…

Entre 2005 y 2008: Mil millones de hambrientos.”[1]

Fabri y Matías leían todas las noches, pero enterarse de lo que se podía imponer desde el Chicago Board of Trade los había llenado de rabia. La indignación compartida no les parecía suficiente y mostrar solidaridad con los millones de hambrientos-que además no saben que su hambre tiene causa y nombre- les parecía absurdo.

La expropiación giró en otro sentido desde ese momento. Comprometidos como eran con sus ideas, Fabri y Matías coincidieron en que el dinero expropiado tenía que ser utilizado para hacer que ardiera en llamas el Chicago Board of Trade. Fabri era consciente que el problema estructural no sería atacado con esta acción, pero Matías lo convenció que el fuego serviría para informar al Otro Mundo.

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A las 12:00 horas en punto un estruendo retumbó por todo el centro de Chicago. Los 200 metros del edificio fueron desvaneciéndose gradualmente y de la construcción que fue un orgullo en los Estados Unidos desde 1930, en cuestión de minutos quedó reducida a escombro. No más computadoras, no más decimales, no más cifras. Todo en cero.

Las sirenas se activaron inmediatamente y el caos ya reinaba en la ciudad. El fuego, el humo corriendo por las calles y la estimación del número víctimas alimentaban la confusión. Conseguir bombas en Estados Unidos es más sencillo de lo que parece, lo realmente inexplicable era entender cómo fue que se colocaron en puntos estratégicos dentro del edificio. Ya habría tiempo para respuestas.

Fabri y Matías observaban a lo lejos lo sucedido. Tranquilos, serenos y con una sonrisa no de burla, sino de satisfacción por haber cumplido, procuraban con la mirada cada detalle. No escaparon porque no estaba dentro del plan, al contrario, se entregaron a las fuerzas de seguridad. Ante la incredulidad de éstos, los anarquistas mostraron como evidencia los planos del edificio y cómo fue que introdujeron las bombas. Una hora más tarde, en cadena nacional, el presidente anunció que gracias a los cuerpos de inteligencia se pudo dar con los terroristas.

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¿Es un acto terrorista fabricado por el Estado Islámico? ¿Cómo podemos saber que realmente ustedes fueron quienes llevaron a cabo esta atrocidad? ¿Por qué lo hicieron? ¿No pensaron en las víctimas? ¿Cuánto tiempo les llevó planearlo? ¿Es la segunda parte del acto terrorista de Septiembre del 2001? Fabri y Matías no respondían ningún cuestionamiento de la prensa. Con sonrisa irónica se limitaban a mostrarse ante los disparos de las cámaras.

Antes de ser retirados, Fabri fijó su mirada en una cámara y con una voz firme explicó: “No lo hicimos por nosotros. Alguien tenía que prenderle fuego a tanta especulación. Nuestros compañeros de todo el mundo, del Otro Mundo, merecían saber lo que se hacía en ese edificio. A los que agonizan de hambre les teníamos que explicar que su falta de alimentos no es una casualidad y tampoco una desgracia, sino que forma parte de un orden mundial. El Chicago Board of Trade ardió porque contribuía a la desigualdad alimentaria y a la desigualdad social que tanto detestamos. Ahora, podemos decir que estamos a mano”.




[1] Texto extraído de “El Hambre”, Martín Caparrós. Editorial Planeta. Año 2014