Víctor Ruiz.
Nota para el lector: Cualquier parecido con la novela Fahrenheit
451 de Ray Bradbury publicada en el año 1953, no es coincidencia, es totalmente
intencional.
¡Malditos libros! Instrumentos malévolos que han desestabilizado a la
patria. Se trafican clandestinamente por todas partes. Van y vienen entre los
adictos, los consumen sin importarles el mañana, leen en exceso que han llegado
al grado de olvidarse de su vida social.
En los mercados negros de las ciudades se encuentra de todo: libros
importados de la vieja Europa, panfletos revolucionarios originarios de Cuba,
textos antiguos con letras prácticamente indescifrables, obras clásicas y
también contemporáneas.
Las clases sociales no importan en esos lugares. Cada quince días se les ve
a los obreros gastando su salario en textos que no les duran ni siquiera el fin
de semana completo, por otra parte, se presentan de igual manera los mejor
vestidos y pagados, ellos compran y compran como si nunca lograran saciar el
vicio.
El prestigio que se han ganado estas guaridas literarias, se debe a la
importación de obras prohibidas. Solamente en esos rincones oscuros se pueden
encontrar los manuscritos esquizofrénicos de Gogol o las incomodas letras de
José Revueltas.
Pero de vez en cuando también hay sequía, los operativos montados por el
gobierno federal generan tiempos de bloqueos y bonanza. Y ahí sí, no queda de
otra que recurrir a leer lo que ya tan absorbido se tiene: desde Los miserables de Víctor Hugo, pasando
por Juan Rulfo y su Pedro Páramo,
hasta la desfachatez de Pito Pérez.
La cosa es que los traficantes siempre se las ingenian para tener
mercancía. Si eres novato o estás en proceso de ser un adicto te dan a leer Fahrenheit 451 de Ray Bradbury, obra que
paradójicamente en el siglo pasado era una novela llena de ficción, y que ahora
en nuestros tiempos se ha convertido en un ensayo sobre la realidad.
¡Cuidado con atreverse a terminar de leer tal libro! Las estadísticas más
recientes publicadas por el gobierno revelaron que el 95% de las personas que
leen esa primera novela, automáticamente van en busca de un segundo libro; lo
que da como resultado que exista un nuevo adicto que amenaza a la nación.
Los especialistas más reconocidos de diferentes ramas aseguran que la
lectura está destruyendo familias, y que, de no erradicarse el problema a
tiempo, se espera lo peor: una revolución social. Se han comercializado los
libros por todos los rincones del país que resulta casi imposible que ningún
joven haya probado de sus letras.
No conforme con ser parte del vicio, los grupos juveniles organizan
tertulias clandestinas, donde aparte de ingerir altas dosis de lectura, dedican
el tiempo a discutir problemas sociales y a proponer soluciones.
Por supuesto que existen listas emitidas por el Secretario de seguridad que
presentan a los traficantes y adictos más peligrosos del país. Todos ellos
tienen características de tinte macabro, son: subversivos, anarquistas,
comunistas y algunos inclusive se atreven a ser escritores.
¡Pena de muerte! Grita y exige la sociedad para todos ellos en cada una de
las manifestaciones. ¡Les declaramos la guerra! Responden las autoridades. Y
así, comienza la persecución por todo el territorio nacional. ¡Nunca antes se
había invertido tanto en la seguridad de los ciudadanos! Se le escucha decir
por televisión al presidente.
Las calles se han visto invadidas por equipos especiales antimotines,
mismos que se encargan de desmantelar laboratorios llenos de cajas con libros y
hojas en blanco listas para pasar por la imprenta; pero los traficantes también
cuentan con sus estrategias y cada vez es más complicado dar con ellos. Y a
pesar del intento de maquillar la situación por parte del gobierno y sus medios
de comunicación, la verdad salta a la vista: En este país se sigue leyendo.
La cosa no termina ahí. Lejos de ir perdiendo la batalla, los “letristas”
(como ya se les conoce) cada vez toman más fuerza. Su fama ha alcanzado a otras
naciones y los jóvenes de éstas han empezado a seguir el mismo ejemplo. “Lástima
que nos demos a conocer por esto” dictamina la opinión pública avergonzada.
Los líderes de la prensa, aseguran que es cuestión de tiempo para que el
país se convierta en exportador de lectura, lo que provocaría tener las miradas
del mundo entero señalándonos como terroristas que pretenden atentar contra la
humanidad entera.
Estado de sitio, ley marcial y toque de queda; fueron las tres últimas
propuestas dadas al congreso por el presidente. ¡Tenemos que parar esta
catástrofe! Dijo en cadena nacional y aseguró que no existirá tregua.
Muchos afirman que la guerra se va perdiendo porque la corrupción sigue
imperando dentro de las autoridades. Y en realidad no suena tan descabellada
esa posibilidad. Cuentan que por las noches, se les puede ver a altos
funcionarios y mandos policiales en los mercados negros pidiendo su material
favorito:
-Por favor, deme tres de literatura utópica.
Continuará…en el próximo sexenio.